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Mi hijo tiene rabietas: ¿Qué hago?

30 de mayo de 2022

Las temidas rabietas. Aunque no lo creas, estas forman parte del desarrollo de los niños y se presentan sin avisar, por lo que hay que estar preparados para saber cómo gestionarlas. Es importante que no pierdas la paciencia y que comprendas el por qué de estas rabietas. Llegados a este punto, avanzarás a gestiona estas situaciones sin perder el control.

Es muy importante establecer limites con los niños desde que son pequeños. Y que estos limites se establezcan sin gritos, siempre desde el amor y el respeto. En cada rabieta o conflicto aprenderás que educar a los niños es nuestra responsabilidad más importante.

¿Qué es una rabieta? Una rabieta es la expresión intensa o frustración de un niño ante una situación que le resulta molesta y que hace que se enfade. Estas se suelen producir entre los dos y cuatro años de edad. Estas se manifiestan mediante el llanto, gritos, cabezazos, tirarse al suelo y pataletas.  

¿Por qué suceden? El cerebro de los niños está en construcción y cada vez hay más información. La corteza prefrontal es donde se desarrolla el pensamiento abstracto y es una de las partes más complejas por lo que los niños ante cualquier situación pueden sufrir frustración. Los adultos no se deben sentir culpables ni pensar que han hecho algo mal o que están malcriando.  Y saber que las rabietas no son sólo por frustración, también pueden ser por sueño, cansancio, hambre, dificultades de expresión o alguna molestia. 

¿Qué no hay que hacer? Los adultos no deben perder la paciencia y ofrecer alternativas.  Es un error gritar, amenazar, reñir o castigar. Ignorar  no se debe hacer en ninguna circunstancia, dar sermones que no comprenden, dejarlo solo ya que se puede sentir más frustrado o hacerse daño, agobiarlo y avergonzarlo ante los demás.

¿Qué hay qué hacer? Anticiparse ante las rabietas. Los momentos más delicados son la hora de la siesta, la de la comida o la del baño. Empatizar y validar las emociones del niño.  Y es fundamental que las normas y límites estén muy claros y que estén enfocados en el respeto.  Transmitir calma es vital, ofrecer contacto sólo si lo pide y acompañar mediante el contacto visual. Los limites han de ser claros , hay veces en las que se puede ceder y otras veces no se podrá.

El niño no monta un número con la rabieta ni trata de amargar a sus padres. Las rabietas no son para fastidiarnos, es sólo una etapa de sus vidas. Los niños van a madurar, crecer y dejarán de tenerlas. Nuestro deber como padres es acompañarlos, distraerlos y redirigir su atención.

Cuando pase la tormenta, se puede hablar con el niño acerca de lo sucedido. También ponerle nombre a la emoción y tener mucha paciencia, es una etapa dura pero pasará. 

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